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lunes, 7 de septiembre de 2009

ANATOLI KARPOV, EX CAMPEÓN MUNDIAL DE AJEDREZ


No todos los días entra por la puerta un mito viviente. Anatoli Karpov, campeón mundial y genio del ajedrez, fue uno de los deportistas más importantes del siglo XX. Sus duelos con Gari Kasparov trascendieron lo ajedrecístico y fueron el símbolo de una época, donde aún existían conceptos como la Guerra Fría, el Telón de Acero y la disuasión nuclear Este-Oeste. Su talento desbordante, sus personalidades opuestas y sus posicionamientos políticos enfrentados tejieron una leyenda que sigue vigente, porque el ajedrez nunca ha vuelto a ser lo que fue cuando Karpov y Kasparov se medían por el título mundial. En unos meses se volverán a enfrentar, veinticinco años después de su primera gran batalla por la primacía universal. El genio de los Urales visitó este periódico y se mostró como un ameno conversador.
-Con 58 años sigue jugando. ¿Por qué esa pasión por competir?
- Me gusta jugar al ajedrez. No juego tanto como antes. Intento mantener el nivel, aunque se me hace más difícil porque tengo muchos compromisos y no puedo pasarme el día, como otros jugadores, con los ordenadores trabajando en el juego. Noto esos problemas de preparación en el trabajo diario. Y, por supuesto, los años no pasan en balde. A muchos rivales les llevo cuarenta años.
- Pero Anatoli Karpov sigue siendo Anatoli Karpov...
- Sí.
- ¿Siente el respeto de los jugadores jóvenes?
- Sí, por supuesto.
- Muchos consideran que no sólo es uno de los mejores ajedrecistas de la historia, sino uno de los grandes deportistas del siglo XX.
- Sí. Me siento así.
- ¿Sería importante que surgiera una nueva gran rivalidad, como la suya con Kasparov para revitalizar el ajedrez?
- Hemos acordado volver a jugar, veinticinco años después de nuestro primer duelo por el campeonato del mundo, en la sala de columnas de la sede de los sindicatos soviéticos, en Moscú. Es curioso comprobar cómo un cuarto de siglo después de aquel enfrentamiento ver a Karpov y a Kasparov frente a frente sigue despertando interés, aunque sea una partida privada, sin títulos en juego.
- ¿Qué espera de esas partidas contra Kasparov?
- Creo que generará mucho interés. La última vez que nos encontramos discutimos sobre estas partidas y coincidimos en que mucha gente es nostálgica de los años 80. Sobre todo después de lo que ha pasado estos días, la gente recuerda a Karpov, a Kasparov y a Michael Jackson.
- Ustedes convirtieron el ajedrez en un fenómeno social. ¿Cómo analiza aquellos enfrentamientos interminables?
- Desde luego, el ajedrez era un acontecimiento que iba mucho más allá, tremendamente popular. Ahora el éxito del ajedrez viene de otra perspectiva, de su potencial educativo. El ajedrez está introduciéndose en los programas escolares de muchos países y ése puede ser el futuro del ajedrez. Mis duelos con Kasparov eran grandes hitos del mundo del deporte. La información de las partidas que jugamos eran noticias de primera página en periódicos de todo el mundo, en las televisiones... Esto era extremadamente importante para el deporte y el ajedrez. Ahora eso ya no existe.
- ¿El ajedrez era también un arma política?
- Todo lo que tiene interés público es político. Fue la última época dorada del ajedrez, la gente sabía los nombres de los jugadores, seguía los campeonatos del mundo... Era algo importante. Si tú ahora preguntas en la calle quién es el campeón del mundo de ajedrez nadie sabe responder. Esto es consecuencia del fracaso del liderazgo de la federación internacional. Antes, millones de personas sabían que el campeón era Karpov o Kasparov.
- Su rivalidad con Kasparov fue total, incluso son personalidades opuestas.
- Sí. Ese aspecto fue importante para acentuar la rivalidad. Para promover el deporte es imprescindible que haya caracteres fuertes, personalidades interesantes en su faceta individual, no sólo con un alto nivel deportivo. Eso no es suficiente.
- ¿Con el paso del tiempo, son amigos ahora?
- No se puede decir que seamos amigos. Hay respeto entre nosotros.
- ¿En aquellos tiempos de la Unión Soviética Karpov era el jugador del régimen y Kasparov el renovador?
- No creo. Ese punto de vista es político, pero yo creo que la base de nuestra enorme rivalidad era la radical diferencia de personalidades. Hoy en día, los jugadores de ajedrez parecen máquinas, no se les aprecian las características personales, pero esto forma parte del juego y es clave para atraer la atención del público.
- Ustedes empezaron a enfrentarse en 1984, ¿qué influencia tuvo la situación política y los cambios que se avecinaban en el espacio soviético?
- A la gente le gusta mirar las cosas desde ese punto de vista, pero yo no lo veo así. Mi historia no empieza en las partidas contra Kasparov. Yo empecé junto a Bobby Fischer. Éste enfrentamiento fue el primer evento de gran impacto internacional aunque finalmente él se retiró.
- ¿Su enfrentamiento por el título mundial con Bobby Fischer habría sido la partida más importante de la historia?
- Sí. Probablemente sí.
- ¿Fue una pena que él se retirase?
- Sí. En 1975 estaba en mi mejor momento.
- ¿Por qué existía tanto interés por el ajedrez en el espacio soviético?
- Era parte de la vida de la alta sociedad rusa y también lo jugaban algunos grandes escritores y científicos en la época imperial. Tras la Revolución, el nuevo poder decidió que Rusia era un país con mal nivel educativo, porque después de la Revolución muchos intelectuales dejaron el país. Eso provocó que hubiera que construir una nueva, cómo decirlo, inteligencia o población bien formada. Pensaron que una de las formas más sencillas e inteligentes para hacerlo era a través del ajedrez. Hay que recordar, además, que, tras la Revolución, Rusia sufrió una gran guerra civil durante cinco años. Ya durante esta guerra se celebró el primer campeonato de Rusia de ajedrez y Alekhine fue el primer campeón en 1920, en plena guerra civil. El nuevo poder decidió utilizar el ajedrez para educar a la gente y tuvo éxito. Durante todo el periodo de la Unión Soviética, que fue una dictadura, hubo una forma muy pragmática pero muy poderosa de educar a la gente y decirle cómo tenía que pensar.
- ¿El ajedrez era uno de los motivos de orgullo de la dirección de la URSS?
- Sí, por supuesto, y monopolizaba los éxitos. Era importante.
- En la nueva Rusia el ajedrez ya no es tan importante...
- No tanto como lo era en el pasado. Es una pena. Estamos trabajando para devolverle parte de su esplendor, estamos haciendo cosas para promover el ajedrez entre los jóvenes y en las escuelas. Hemos aportado dos informes al Ministerio de Educación en los últimos cinco años, con el resultado de que el ministro ha autorizado la inclusión del ajedrez en un número relevante de escuelas a lo largo de todo el país, y además hay una recomendación ministerial para incluirlo en los programas como asignatura optativa. Cerca de mi ciudad natal, el sur de los Urales, se ha iniciado un proyecto con niños del segundo curso, de ocho años, niños y niñas, y analizaremos los resultados en un año. Es una zona con mucha industria metalúrgica y han recibido con interés esta innovación. Los profesores nos dicen que las notas han mejorado en matemáticas y que socialmente los resultados son buenos porque el ajedrez ayuda a desarrollar la memoria.
- ¿Es ajedrez es un deporte, un arte o una ciencia?
- Las tres cosas. Es cultura.
- ¿Cuál es el futuro del ajedrez?
- Se ha convertido en un juego más técnico con los ordenadores. Es una pena, pero todavía hay espacio para la imaginación.
- ¿Internet?
- Es muy bueno para hacer competiciones a nivel global. Gente de todo el mundo puede jugar junta, pero hacen falta torneos para sentarte en torno a una mesa, delante de un tablero y ver a tus rivales. No es ningún secreto que en Internet existen trucos que no puedes controlar y es un problema.
- ¿Cómo comenzó a jugar usted?
- En la URSS había millones de personas que jugaban al ajedrez. Oficialmente, más de cinco millones, pero en privado era incalculable. Mi padre siempre jugó al ajedrez y nunca estuvo apuntado a un club ni compitió en torneos. Jugaba con sus amigos, que tampoco se registraron jamás como jugadores. Eso significa que por cada persona federada había cuatro o cinco que jugaban por su cuenta, lo que significa que por lo menos habría 20 millones de jugadores en la Unión Soviética. Este sería un número muy elevado incluso para un país como China.
Anatoli Karpov visitó la redacción de EL DIARIO VASCO y se interesó por las fotografías de sus partidas en el torneo que está disputando estos días en Donostia. /JOSÉ MARI LÓPEZ

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