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miércoles, 25 de febrero de 2009

El ajedrez como profesión

El ajedrez como una profesión

(Publicado el 18 de febrero del 2009 en la página de Proceso)

Hoy día el mundo del ajedrez puede dividirse en cuatro grandes secciones:

  1. Los grandes maestros de elite (incluyendo, desde luego, al campeón del mundo);
  2. Los jugadores titulados, profesionales del ajedrez, que intentan hacer de esta actividad su modo de vida;
  3. Los jugadores que toman en serio el juego ciencia, compiten en cuanto torneo pueden pero además, tienen otra profesión.
  4. Finalmente, los aficionados que disfrutan jugar, en ocasiones ir a torneos y progresar en el juego, pero que no lo ven más allá de un pasatiempo.

Es claro que el ajedrez es una actividad terriblemente difícil y competitiva. Hay que recordar que como en todas las competencias individuales, los triunfos de uno son las derrotas de otros. Así, el juego ciencia, como el tenis, por ejemplo, es durísimo con quienes deciden vivir de esto. Pocos son los ganadores y muchos los que se quedan en el camino. Ahí está la diferencia entre el gran éxito y el fracaso, en todas sus manifestaciones.

El tenis es un símil en lo que se refiere a la competencia dentro del ajedrez. Al igual que en el deporte blanco hay unos cuantos privilegiados, en el juego ciencia son precisamente los que llamamos jugadores de elite.

Estos son los invitados a los grandes torneos con magníficas bolsas de premios, asunto que habría que agradecer a Fischer que siempre se empeñó en buscar premios más dignos para aquellos que dedicasen la vida al ajedrez.

Y gracias a él, sin duda, el juego empezó a ser más considerado con los amantes del mismo. Por ejemplo, cuando los rusos eran los jerarcas en el ajedrez, cuando solamente había campeones del mundo rusos, pues no había en occidente quién les hiciera mella, los campeonatos mundiales se jugaban en Moscú.

El match entre Spassky y Petrosian tuvo una bolsa de 2000 dólares en 1969. Para el año 1972, cuando Fischer desafió el poderío ruso (enfrentando al campeón Spassky), logró que la bolsa final fuese de aproximadamente un cuarto de millón de dólares, cifra francamente escandalosa para esos tiempos.

En el año 1992 Fischer jugaría un match de revancha con Spassky, en donde un banquero yugoslavo puso 5 millones de dólares para que se llevara a cabo ese encuentro, el cual ganó Fischer y con ello el 60% de esa millonaria bolsa.

Cabe sin embargo señalar que no todas las bolsas actualmente son de ese tamaño. El campeonato mundial en México, celebrado a fines del 2007, dio alrededor de 1.5 millones de dólares en total para los ocho participantes que se congregaron en la ciudad de México y en donde el de la India, Viswanathan Anand, ganó convincentemente el título.

Para aquellos que no se encuentren en este ajedrez de elite, el cual es muy duro y cualquier tropiezo puede alejar al jugador del gran dinero, están los grandes maestros profesionales que van de torneo en torneo intentando hacerse de una cantidad respetable de dinero, asunto que no necesariamente consiguen.

Por ejemplo, un connotado gran maestro jugó un torneo abierto hace unos años. Empató del 3 al décimo lugar y se llevó solamente unos 150 dólares de premio (el dinero se dividía entre aquellos que hubiesen empatado en puntos). El torneo fue lo suficientemente fuerte como para que dicho gran maestro lograra una norma, es decir, la puntuación necesaria para que se le otorgara de nuevo una parte del título de gran maestro (que por cierto, es un título que se da de por vida). Jugar tan bien, con tanta competencia de altísimo nivel y ¿todo por 150 dólares? Resulta injusto sin duda.

Lev Polugaevsky, el gran maestro ruso, una vez fue inquirido por un director de orquesta preguntándole: "y dígame gran maestro ¿tiene usted alguna profesión?", a lo que Polugavesky respondió: "¿la tiene usted?". El músico entonces se dio cuenta de su impertinencia y se disculpó.

El excampeón del mundo Mijail Botvinnik alguna vez declaró que en Rusia tenían cientos de grandes violinistas y el ajedrez puede ser tan valioso como el propio violín y por lo tanto merecía trabajar en el arte del ajedrez tanto como trabajan los violinistas, y más aún, deberían poder ganar lo suficiente para vivir al menos sin grandes sobresaltos.

Desafortunadamente el mundo no valora como los ajedrecistas su arte. Todos saben de las ventajas de jugar ajedrez, pero a pesar de todos los esfuerzos que se hacen para promoverlo y convertirlo en una actividad de masas, el juego ciencia sigue estando relegado a deportes y/o actividades culturales de pocos ingresos en general. El mundo, para variar, está de cabeza

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